Un afiebrado Ricardo Dávalos y Lissón y la huachafería del Carnaval Limeño...
Ricardo Dávalos y Lissón fue un joven y extraño cronista Limeño de quien no se sabe mucho, salvo que fue un aristócrata, un uraño, que tenía escasos amigos, que era solitario como un hongo, que murió en Europa a los 25 años de edad (1877) y que pese a su Juventud escribía como los dioses. En febrero de 1874 en una crónica-suplicatorio(1) con marcado tinte racista (la buena pluma no siempre está exenta de alguna imbecilidad) cual niño goyito pedía a gritos que en Lima se prohíba la celebración de los Carnavales, decía por ejemplo:
“La negra asquerosa, que nunca se ha atrevido a saludarnos, confiada en la costumbre y en la frase proverbial: “todos somos iguales”, nos meterá con sombrero y botas en un boquerón, por más que le supliquemos que no lo haga, y por la insolencia de una negra se encontrará usted, cuando menos lo piense, marchando a la tierra de los calvos” (Pag.23).
“La negra asquerosa, que nunca se ha atrevido a saludarnos, confiada en la costumbre y en la frase proverbial: “todos somos iguales”, nos meterá con sombrero y botas en un boquerón, por más que le supliquemos que no lo haga, y por la insolencia de una negra se encontrará usted, cuando menos lo piense, marchando a la tierra de los calvos” (Pag.23).
Teniendo en cuenta el espíritu limeñazo de Dávalos y Lissón y el status del que hacía alarde, el pobrecito no podía concebir que la prole, el vulgo y la aristocracia Limeña se junten y se mezclen una vez al año en plan de embarrarse y mojarse mutuamente, y convertir la ciudad de Lima en un zafarrancho y en un festín orgiástico de polvos, pinturas, la naciente matachola y el manoseo de los mañosos. Échenle un ojo a este inflamante y delirante pasaje de la dichosa crónica:
“Puede excusarse que el vulgo ignorante y grosero se complazca en ver las agonías del toro y que aplaudan al que le ha hundido la espada hasta al corazón; pero que la flor y nata de Lima pierda la circunspección debida lanzándose frenética con Jeringa (hoy, chisguete, N.A.) en mano a mojar a todo el mundo, es imperdonable. (pag.24)”
El insufrible de Dávalos y Lissón se sentía castrado (siendo Limeño, ya era un castrado), humillado, y él que era tan jovial y sarcástico en sus crónicas que describían a la perfección la cucufatería capitalina, no pudo asir con el mismo talante esta huachafada carnavalesca y más bien caía preso de la misma huachafería perfumada de magnolia de la que tanto se burlaba al escribir eso de: “la flor y nata de Lima”, es para cagarse de risa.
El golpe propinado por Dávalos contra el Carnaval era duro, pero no por ello "delicioso", léase la ofensa:
“El carnaval es una gran vagabundería inventada por la inmoralidad y sostenida por la barbarie” (Pag.25).
¿Qué diría Dávalos de Lima, si viviera hoy?.
(1)Ricardo Dávalos y Lissón, textos reunidos post morten en "Lima de Antaño", incunable editado en Barcelona-España, en 1925.
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