Lester Bangs: a 26 años de su muerte
Aunque en ello se me vaya la vida.... No tengo ni idea del tipo de escritor que soy, pero la gente me lee, y eso está bien.....
Escribe "El indio"
Dicen que no podía escribir otra cosa que no fuese Rockanroll. El tipo estaba enfermo. Las 24 horas del día vivía ocupado como monje de claustro en aquello que para él constituía su única religión: el Rock. Pensaba en Rock. Soñaban con el Rock. Comía Rock. Defecaba Rock. Escribir Defecar es de muy mal gusto. Diría: todo el día hablaba y escribía sobre Rock. Era difícil frenar una pasión casi paranoica como la suya. Pasión que provocó que un día su mujer lo dejara, luego del cual los sucios gatos le orinaron en una noche en la que precisamente no había luna llena, y estaba más sólo que un hongo. Fue el escritor más beligerante que ha tenido la industria del rock y que haya cobijado revista alguna. La Rolling Stone lo despidió. Despidió suena aquí muy formal tratándose de Lester. La Rolling Stone lo “botó”. Y esa ruindad lo llevó a refugiarse en la revista Creem. Los malvados dicen que Hunter Thompson le plagió su estilo, eso del periodismo gonzo. Yo no les creo ni un ápice a esos malvados. Son los rencorosos de siempre. Los envidiosos de siempre. Los con-che-su-ma-dres de siempre. Pero sí le creo -por ejemplo- a Jann Wenner (director en el 73 de la Rolling Stone) cuando declaró que había desembarcado al crítico de su staff por ser muy: “irrespetuosos con los músicos”. Ningún músico lo quería. El desde su habitual columna anunciaba la muerte del Rocknroll como los evangelistas anuncian el fin del mundo. Hasta que apareció el punk. Le salvó la vida. Le salvaron la vida. Extraña amistad con Joe Strummer y viajes siderales en anfetas. Su vida tenía fuerza. Era motor. Era un búfalo. Un día declaró que no le gustaba que le encasillen como crítico de rock, pues él también escribía poesía, cuentos, cartas de amor, y sobre todo: amenazas de muerte a los críticos de jazz blanco con el seudónimo: "La Mau Maus de East Harlem", y una vez al año escribía su propio obituario: Billy The Kid murió y Búfalo Bill también. El sepulturero de ambos fue Lester Bangs quien dejó el mundo de los vivos en 1982. Y cosa curiosa, a su temprana muerte: músicos, rockers, y toda la fauna anónima de ofendidos a quienes atacó sin piedad, le rindieron homenaje.
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