miércoles, abril 08, 2009

Divagación y frivolidades

Nuestras mujeres que envejecen..

Hace poco leía un cuento del Cubano Pedro Juan Gutierrez, ahí decía algo así como que la gran dicha de los cubanos era que sus mujeres en la Isla nunca envejecían, nunca se afeaban, a los 40 años se mantenían tan igual como cuando eran jovenes. "Que bueno es el caribe" -me dije-, además las mujeres cubanas son muy hermosas y si se mantienen así la dicha les debe ser plena. Pero, vamos, en nuestro alrededor tal milagro no existe, o al menos no lo hemos visto hasta ahora; y es mejor quedarse con la imagen congelada que te da el recuerdo, que conocer la calamidad del presente.

En efecto, hace unos meses por medio de estas redes sociales de la Internet, me llegó la invitación de una amiga de la escuela que, en un primer momento, no advertí quien era, para luego recién reconocerla. Hasta los 15 años en que aún andábamos en la escuela era -para mí- la adolescente más hermosa que haya podido parir el ser humano. Su belleza intimidaba hasta a los más avezados y gileros; a esa belleza tan natural se le agregaba un carácter encantador, espíritu jovial, y muy amiguera (hasta de los patitos feos). La muy dulzona nos dejó un año antes de acabar la escuela para mudarse con su familia para los Estados Unidos de América, donde estudió y se casó.

En sus últimas fotos, como era de esperarse, ya no era la blondita que arrancaba más de un suspiro a los carretones imberbes, sino: mostraba la cruel imagen de una señora gorda que era abrazada por sus dos pequeños hijos . Ya no era la cara angelical que era adornada por dos inmensos ojos verdes y una ondulada cabellera de medusa, en su lugar había un rostro extraño seguido por una inmensa papada que llevaba las marcas del Mac Donalds y el Burger King. Ya no era la esbelta figura que guardaba en mi memoria (y en mis sueños olvidados), sino la anchura grasosa de una ama de casa que se dedicó a comer chocolates y ver telenovelas mexicanas aplastada por la rutina. Es triste decirlo, pero así es. Tarde o tamprano nos enfretaremos a tal desgracia estética. No todos tenemos la dicha de tener mujeres que no envejecen, como en la Habana de Pedro Juan.

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