Huamanga, huamanga....
Los leguleyos deben saber que hace unos meses atrás el presidente del Perú Alan García Pérez les dió licencia a los policias para que, durante las huelgas, estos disparen a matar. Claro que, los leguleyos, siempre le dán ese tamiz serio, confuso y aburrido a la redacción de la norma para que este se vea muy formal. Pero hay algo más tras dicho dispositivo: Alan García y la muerte son la misma cosa, es decir: ambos se ven la cara y se guiñan el ojo. Así fue su primer y nauseabundo gobierno, y así es este segundo.
El paro agrario de esta semana ha cobrado 4 muertes, y los muertos han sido los mismos de siempre: 4 campesinos asesinados por el Estado. La respuesta al reclamo es una ráfaga de fal.
El día de ayer la ciudad de Huamanga era un polvorín, un campo de batalla entre dos facciones: los jovenes universitarios que, palo y piedra en mano, protestaban por la muerte de dos campesinos ayacuchanos alzados en huelga que fueron perforados con dos balazos en el cráneo, y los Policías quienes tienen licencia para matar. Nunca antes como ayer, y después de tiempo, la ciudad de Huamanga se vió tan violentada.
El día de hoy en estupidópolis (Lima) el presidente García ha salido a declarar a la prensa que la culpa de dichas muertes las tienen los propios campesinos.
A mí me da vergüenza tener un presidente como éste: un impresentable a carta cabal, un fascista y egocéntrico, un embustero,un partero de cagadas, un hipócrita y un cobarde de la peor calaña que nunca mandaría a meter bala a sus comechados de la Confiep, esos vitrólicos cojudos que se llenan la boca hablando del nuevo temita de moda en el MBA: la responsabilidad social.
Ahí los tienen.
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