viernes, marzo 28, 2008

El endiablado Francoise Rabelais....

Sí supiéramos nuestra genealogía desde el Arca de Noé hasta nuestros días, seguro nos espantaríamos. Uno de mis franceses favoritos fue siempre Francoise Rabelais (1495-1553), él que era un hombre de monasterios (casi monje) y médico en la práctica y en la cátedra escribía estos epítetos contra los "pastores": villanos, sarnosos, cagacamas, gamberros, chulos putañeros, rasca-vainas, maricuelos, cerdos mal educados, alcornoques, burros, payasos, pastores de mierda (Pag.142). Así lo relata en su descomunal y antiquísima obra "Gargantúa", yo los anoto en mi diccionario personal. Prohibido, condenado, y absuelto, el poseso Rabelais escribió en su tiempo una verdad tan vigente antes, como ahora: Yo pienso que muchos que hoy son emperadores, reyes, duques, príncipes y papas en la tierra descienden de basureros, aprovechaescombros, y vendimiadores. ¡¡Larga vida al franchuta!!.

Mi hermano menor y el Café Gijón....


Mi hermano menor que le daba más a los números que a las letras (es ingeniero electrónico) anda gozando de unas merecidas vacaciones por Europa. Ahora mismo, me informa, le espera la Isla de Creta (Grecia). En su estadía en Madrid fue a parar al legendario Café Gijón, de ahí, y sabiendo que me gustará -por esos gustos tuyos tan extraños, me dice- me envía una foto de la placa recordatoria que en memoria de Alfonso (un leyendítico hombre entornillado por años en las instalaciones de dicho café, y que fuera inmortalizado por escritores como Arturo Pérez-Reverte) cuelga en las paredes del Gijón.

jueves, marzo 27, 2008

El hombre en la historia de M. Houellebecq......


El hombre en la tierra, he ahi el gran dilema. No es un dilema Hamletiano ni cosa parecida, al hombre como género se le juzga por lo que, a lo largo de su existencia, ha hecho en el mundo. Grandes inventos, gloriosas hazañas, pero también tremebundas metidas de pata. El saldo digamos no es muy alagador y hoy padecemos sus consecuencias. Yo me plego a lo que acertadamente el enano francés Michel Huellebecq postula en sus Partículas Elementales, eso de que al principio y dado el ambiente hostíl de la naciente civilización se requería mucha virilidad por parte del hombre, luego del cual sirvió para casi nada. Casi nada, que fuerte suena eso. En efecto el hombre la ha ido cagando de poco a poco: hizo revoluciones, declaró ciento de guerras, conquistó y destruyó lo mejor del pasado; nuevamente hizo revoluciones y más guerras, tan lleno de vanalidad, de irresponsabilidad y de esa cuota violenta que hay en él. Todo con el pretexto -como anota Michel- de hacer "avanzar la historia". No hay duda que a su lado la mujer siempre ha sido y es más virtuosa, será quizás porque es la encargada de traer vida al mundo: amable, compasiva, y no muy inclinada a la violencia, su razonabilidad y su intuición han sido superior al hombre, enfermo muchas veces de una asquerosa brutalidad. Sin ellas: ¿Qué mierda seríamos nosotros, los machos?.

lunes, marzo 24, 2008

En nombre de la Lou....


La Lou es un personaje del famosísimo Tebeos español "Torpedo 1936" que retrata la vida en los suburbios de New York (y alrededores) del sicario a sueldo llamado Luca Torelli, pacifista (si cabe el termino) que hace justicia a punta de balazos. Decía que la Lou es uno de esos personajes que uno se enamora y que provoca cierto vuelo erótico. Ese mismo efecto parece producir en sus propios creadores /Enrique Sanchez abuli y Jordi Bernet/ pues la Lou nunca desaparece de escena y muy por el contrario ella ( que como gata en celo es traicionera por naturaleza) termina siempre desembarcando y dejando mal parado al malvado Luca, convirtiéndose la gatuna en su talón de aquiles. Maestra del ardid, el embuste y la lujuria que viene en pantis negras y ligas donde se esconde y se sostiene una pequeñísima pistola, uno piensa en ella como si fuera de carne y hueso, y en el memorioso polvo que en el lecho nunca tuvieron sus víctimas (eso de: en la puerta del horno se quema el pan), como tampoco lo tendrá este estulto escribidor.

Yasunari Kawabata....

Un escritor extraño este Yasunari Kawabata. Su obra llena de lirismo y aventura - a veces de desbordante alegría sin que con ello se pierda el inteligente y trepidante hilo conductor de su novela- contrastaba con la apesadumbrada vida del escritor: un solitario (por elección), un fumador e insomne empedernido. Lo de insomne quizás ya se le había hecho costumbre, como costumbre se le hizo el cigarrillo entre dedos, el más sabio de sus vicios. Leo, por ejemplo, de Kawabata "La pandilla Asakusa" (vio la luz en 1930), y todo transcurre como si estuviera disfrutando en un cine destartalado de una de esas antiguas películas policiales japonesas de serie B: salvajes pandillas de códigos ancestrales, Geishas, aprendices de mafiosos, Cabarets, Clubes de Jazz, japonesitas en clave de famme fatale, y el muy bohemio barrio marginal de Asakusa levantada en el mismo corazón color púpura de Tokio. Kawabata se suicidó en 1972.