MARTÍN ADÁN

Cuentan que el marica Allen Ginsberg se vino al Perú para probar el Ayahuasca, pero también para conocer en Lima al Poeta Martín Adán. Lo abordó en un Bar donde el Poeta solía sentarse desde las primeras luces del alba. Entonces el marica quedó prendao.
Cuando joven soñaba en convertirse en escritor, hecho un manojo de nervios, con gomina en el pelo, zapatos macario y un libro de Proust metido en el bolsillo trasero de su pantalón dril, Oswaldo Reynoso se acercó al Poeta Martín Adán para entregarle el primer manuscrito de su obra inicial “Los Inocentes”, y el poeta Adán, (luego de leer )con tufo a pisco y a gallo de pelea, enseñándole un revólver dentro de su largo gabán negro (sin botones y abrochado con imperdible), profetizó: “Serás un escritor que sufrirá en el Perú”. Ya sabemos que, por mucho tiempo, las escorias de una Lima vieja, conservadora y aristocrática, mierdera hasta el asco, censuró a Reynoso.
Cara de ganso, andarín y mochilero, cruzador de fronteras (como si de amarrarse los pasadores del zapato se tratara) y poeta desde tiempos del infrarrealismo Mexicano, onírico él, Roberto Bolaño en una servilletita de un café ubicado en la localidad española de gerundense ( Blanes), le escribió a la guapa dependiente que le traía el capuchino: “Soñé que tenía dieciséis y que Martín Adán me daba clases de piano. Los dedos del viejo, largos como los del Fantástico Hombre de Goma, se hundían en el suelo y tecleaban sobre una cadena de volcanes subterráneos”.
Ojo de nutria, “loco lindo” y tinta de desvelo, fatigoso paseador de los subtes del México DF y hacedor de una adolescencia bisciesta que nunca se le fue, poesía amenazante como una navaja en tu cuello y luego el atestado policial; Mario Santiago Papasquiaro, el del beso eterno y la devoción cherokee, cuenta frente a la tumba de Pepe Revueltas (mirando el cielo color plata quemada) que un día conversó con Martín Adán y le dio detalles del asunto: “Conversando con Martín Adán” La intemperie con trago sabe a nube cargada/ sabe a lluvia con rayos a mujer/ con diadema a jardín de linternas/ a guisado de rábanos./ Hasta el frío es blandito/ con tequila antorchado/ con anís mono araña/ con cerveza-mapache/ con saliva que ríe & salpica sus dardos..”
La respuesta del Poeta vino en forma de Poema “ ¿Quieres tú saber de mi vida?/ Yo sólo sé de mi paso, De mi peso, De mi tristeza y de mi zapato./ ¿Por qué preguntas quién soy, Adónde voy?... Porque sabes harto/ Lo del Poeta, el duro/ Y sensible volumen de ser mi humano, Que es un cuerpo y vocación, Sin embargo./ Si nací, lo recuerda el Año/ Aquel de quien no me acuerdo/ Porque vivo, porque me mato...”.(escrito a ciegas).
Cuenta Alonso Cueto que en 1985 y en plena efervescencia electoral, cuando Emilio Westphalen fue a visitar a su viejo amigo Martín Adán, al hospicio donde se hallaba internado, éste desde la penumbra de su habitación le recibió con gran emoción. En plena charla, el Poeta Adán, con la ingenuidad de un adolescente, le pregunta al Westphalen ¿ese tal Alan García, existe?. Si existe -le contestó Westphalen- “Pues yo pensaba que era un invento de Luis Alberto Sánchez", "Él inventó el Apra y la Literatura peruana, así que pensé que, a lo mejor, había inventado a Alan García" Contestó Adán.