viernes, septiembre 22, 2006

NO ME LLAMES MUÑECA: NEW YORK DOLLS


Hace muchos años cuando andaba algo perro –como dice el Martín Adán- solía leer y encandilarme como un adolescente cojudo con la historia de los New York Dolls (NYD) que salían publicadas en revistas especializadas. Salvo un cromo grabado de estas boquitaspintadas, lo demás en mí era puro alucine.

En la medianoche de un sábado, cuando todos dormían bajo un cielo arrancado de estrellas o hacían otras cosas mas interesantes que dormir (en una Lima tan presto al puterío y a la prosa de crónica roja) y este escriba era presa del diabólico insomnio, el Cucho Peñaloza en su cada vez más invisible programa de TV NACIONAL pasó un especial de los NYD presentando videos caseros, los únicos videos que registran la primera época de la banda, mi insomnio estaba justificado. Ahí se veía al David Johansen vociferar como un macho, contornearse como una bailarina de “Striptis” que la hace de alimaña, entregándose a que el público le viole (no se malinterprete); siempre acompañado en la segunda voz de ese inigualable pequeñín-trovador que se llamó Johnny Thunders.

El polvo y la sombra, las calles vacías que tintinean soledades y desbordan esperanzas que se hacen mierda con los años, serían testigo de la muerte de la mayoría de sus integrantes originales, incluido el Thunders, quien fuera homenajeado en pequeños Cabarets por bandas sin mayor trascendencia.

En el 2004 un muchachito con cara de “yo no fui” llamado Morrisey, que antaño era miembro del club de fans de estas “boquitaspintada”, convenció al David Johansen a que vuelva a las tarimas. Y así lo hicieron, pero esta vez eran el Johansen y el otro sobreviviente de la banda original el malograu de Syl Sylvian (los demás, como dijimos, fueron devorados por los gusanos), acompañado de nuevos y jóvenes complementos; desde ahí le dan nuevamente a la rola aunque ya parezcan zombis y no sean ni la sombra de lo que fueron.





























EL CIELO DE BUENOS AIRES (I)

Ahí mismo yo le hubiera cantado un bolero al oído, sus ojos azules revoloteaban de alegría y conjugaban con esa sonrisa que me mostraba uno dientes blanquísimos, el pelo ensortijado de la mujer que me recibía ponía en ristre mi serpiente. Le hubiera escrito ahí mismo una prosa sobre su lechoso cuerpo tirado en el colchón. Me explicaba y volvía a sonreírme, me conducía por los pasillos diciéndome “por aquí señor”, y yo me acojudaba ante tanta belleza que me recibía, si apenas le arrancara un beso sabor lúcuma antes de tropezarme con no se qué (y seguía acojudado, pese al dolor), ella sonreía y era cereza en un mes donde el invierno nos roba hasta el destino. He llegado al Aeropuerto de Buenos Aires.

Pese a los problemas económicos que hace cinco años golpearon a la Argentina Buenos Aires aún no ha perdido su encanto. Una ciudad Teatro, Una ciudad Café, una ciudad de Libreros viejos, de esos que cuando te venden te hablan del Libro y su autor, esos que el marketing, la globalización y el sucio negocio de los mercantilistas los quieren desaparecer. Por eso cada Librero porteño que me atendía tenía cara fúnebre.


El Teatro Alvear anunciaba la presentación de la Obra “Orejitas perfumadas”, ahí, pipa en boca me apunté por una razón especial: gran parte de la obra teatral fue escrita por ese porteño que me quitó varias horas de sueño: Roberto Arlt. Y vaya que la obra puesta en escena representaba su espíritu: rebelde, criticón, sublevante, levantadas sobre fragmentos de los 7 locos y los Lanzallama, sus más emblematicas obras.


La curiosidad de ratón me llevó a ver su cabellera dorada, su parada de hembra madura e interesante, olisquearla de cerca, "pago por verla". Entré al Teatro Pablo Neruda para ver la obra “Días contados” que tenía a la guapa Cecilia Roth como actriz principal. Resta decir que las fotografías de revistas y demás chucherías no le hacen justicia a esta actriz. En “Buenos Aires” vale la pena enamorarse, “masquesea” desde la butaca de un teatro o desde la cama de tu hotel.



Baile lujurioso el Tango, dicen que tiene su origen en el Burdel. La guapura de su baile hace que uno piense en las bragas de esta muchacha.


A PESAR DE LA BLASFEMIA



Ese día París sería noticia, pero no cualquier noticia sino una noticia bien cochina, de golpe directo y bien dado. La mañana del 9 de abril de 1950 cuatro jóvenes se dirigían a la iglesia de Notre-Dame, uno de ellos, muy ceniciento, iba vestido de monje dominico y en su paso bendecía al vulgo cristiano tan presto a las bendiciones de cualquier hijo de vecino. En la Iglesia de Notre-Dame se celebraría la misa del día de pascuas y la Iglesia aglutinaba cerca de 10,000 mil asistentes venidos de todas partes. Los cuatro Jóvenes entraron a la Iglesia, tomaron asiento, y cuando se dio una pausa después de rezar el puto credo, el Joven vestido de dominico que respondía al nombre de Michael Mourre se paró y tomó por asalto el altar, para sorpresa del propio sacerdote y de los asistentes. Entonces Michael delante de toda la multitud y a voz en cuello leyó un sermón escrito por otro de sus acompañantes el Poeta Serge Berna, pronunciando estas palabras:

Hoy día de pascuas del año santo
Aquí
En la insigne iglesia de Notre-Dame de parís
Acuso a la Iglesia católica universal de haber desviado letalmente
Nuestra fuerza vital hacia un cielo vacío
Acuso a la Iglesia católica de Estafa
Acuso a la iglesia católica de infectar el mundo con su moralidad fúnebre
De ser la llaga que se extiende en el cuerpo descompuesto de occidente

En verdad os digo: Dios ha muerto

Vomitamos la agonizante insipidez de vuestra plegarias
Pues vuestras plegarias han sido el humo pringoso de los campos de batalla
De nuestra Europa.
……. Hoy día de pascuas del año santo
Aquí en la insigne iglesia de Notre-Dame de Francia.

Los guardias entraron para enfriarse al blasfemo Michael pero no lo lograron gracias a que sus secuaces impidieron tal asesinato. Michael Mourre fue detenido y llevado a la dependencia policial donde el arzobispo levantó cargos en su contra por perturbar la tranquilidad santa y usurpar la vestimenta de un sacerdote. ¿Exhicionismo?, ¿ganas de llamar la atención?, lo que fuere, pero el mensaje era acertado y aún sigue vigente.

"A pesar de la Blasfemia", fue el Libro que años después publicará Michael Mourre explicando las razones que lo llevaron a cometer tal acto.