El caso del poeta José Rosas Ribeyro...

La ideas es: vomitar letras en este mamarracho de impresiones cotidianas

Ayer tuve ocasión de darme una vuelta por la librería el Virrey, ahí mismo encontré un librillo que olía a mirra, que quemaba como deben quemar todos los libros malditos que se van al infierno. Se trata del libro "España no existe", el incendiario discurso que en Madrid leyera el más grande libelista que haya tenido toda América: Alberto Hidalgo, arequipeño y más que eso: francotirador. El libro reune -aparte del discurso- las apreciaciones sobre España, sus provincias, y sus escritores. El regalo y la generosidad se la debemos al Argentino Carlos García y a la editorial española (¡¡qué valiente!!) "Iberoamericana". García ha tenido a bien rastrear y desempolvar éste clásico del libelo, el más infame que se haya escrito contra España y que fuera leído: en la mismas fauces de su difamado.
Según los Nostradamus de la economía Peruana parece que el 2009 la crisis de la economía mundial tocará nuestro pellejo (que por cierto en eso de la crisis está curtido, ya que estamos en ella desde siempre). Ante un escenario como ese uno espera que los principales actores de nuestro sector empresarial (los mandamaces para que el mercado peruano se mueva ágil, genere capital, y priorice el empleo) responda con inciativas imaginativas e inteligentes, de modo tal que el impacto no se sienta mucho y no duela demasiado. Digo, eso sucedería quizás en un país medianamente civilizado, pero no en el nuestro donde -por desgracia- nuestros principales empresarios siguen demostrando que ante situaciones de crisis les brota la cobardía a flor de piel, se mean en los pantalones, y -hay que decirlo con todas sus letra-: se cagan de miedo. Entonces tenemos a la Cámara de Comercio de Lima proponiendo que se reduzca el sueldo de los trabajadores y los horarios de trabajo, y a ese tal señor Farah de la Sociedad Nacional de Indutrias (un señor que parece un injerto, ¡¡qué feo que es!!) dando cifras falsas del desempleo en el Perú en lo que va del año (60 mil), para luego decir que "exageró la cifra", se le chispoteó. Eso de la cobardía no es nueva, es la cédula madre de estos petulantes que todos juntos forman una madriguera de adulones, cobardes y mercantilistas apodados Confiep, Sociedad Nacional de Industria, y etc.
“Yo, Gottfried Benn, nací en Mansfeld (West-Priegnitz) el 2 de mayo de 1886. Mis padres se cambiaron en los inicios de 1887 para Sellin cerca de Bärwalde en el Neumark, donde permanecen hasta hoy. El día de san Miguel de 1897 llegué al Gymnasium de Frankfurt en el Oder, el cual abandoné tras seis años como mula. ¡Gracias a Dios! Sólo bajo estas circunstancias me fue posible ir hacia la Universidad de Marburgo; que fuera al Club Académico me resultó obvio como hijo de un anciano, quien está vinculado al club con gran cariño aún hoy. Espero y creo que pasaré un hermoso semestre en el Club Académico, como él lo hizo en su tiempo.”
"Vagamente dos muertos: Carlos Oliva y Josemari Recalcalde" /el puñalón/ (con pequeños cambios en su nueva edición).
Si tuvieran que elegir la ciudad donde cualquier pelagatos después de muerto es convertido en mito o leyenda, sin duda la elegida sería Lima, capital del Perú que parió grandes personajes e inmejorables momentos, pero también Lauras Bozzos, vírgenes de yeso que lloran, y ridículos literatos. Aquí a un Poeta borrachín y drogón que escribe unas cuantas puerelidades y nos embota de lugares comunes se le cuelga el manido cartel de “leyenda maldita” después de tener una penosa muerte, como si su condición de vida desordenada y marginal fuera suficiente para ser recordado como "Poeta". Es el caso de Carlos Oliva a quien una sarta de borricos (todos ellos amigos suyo) hacen resaltar su condición de “yonqui limeño de los
Aunque en menor medida, sucede lo mismo con Josemari Recalde, integrante del que sería quizá la agrupación ( mancha, grupete, yo te estimo) con el nombre más huachafo en la historia de la literatura peruana “Geranio Marginal”. Autor de unos cuantos poemas interesantes y prometedores, Josemari era sólo eso: poemas interesantes y prometedores, y sus amigos que todo lo ven con ojos de madre pos-parto se encargan de colgarle un aura de poeta iluminado (que en vida nunca lo tuvo), a tal punto que de su muerte (la penosa y trágica muerte del poeta sucedió en circunstancias que su casa se incendiaba) han hecho todo un misterio que ha terminado por convertir al poeta en una "leyenda" de ocasión.
Aquí yace el fantasma de nuestro poeta.